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Carlos Ochando Claramunt
Introducción
En la actualidad, el objetivo de la competitividad juega un papel central y estratégico en el diseño de las políticas económicas. Y ello es así por los profundos cambios estructurales vividos por las economías desarrolladas en los últimos años. Uno de los cambios fundamentales de las economías se ha producido como consecuencia de los intensos procesos de internacionalización de las economías (intercambios comerciales de bienes y servicios, financiación de capitales e, incluso, aunque con menor intensidad, en la movilidad de factor trabajo). Así mismo, comprobamos una mayor internacionalización de las instituciones políticas y económicas y, por consiguiente, una mayor sensibilidad de cada uno de los países a los problemas globales. Esta creciente internacionalización de la actividad económica está condicionando, de una forma importante, la evolución de todas las economías y añadiendo nuevos riesgos económicos, sociales y políticos (Cuadrado Roura, J.R., 1997: 362-363 y Calvo, A. y Paúl, J., 1999).
Comprobamos que, en las últimas décadas, se están produciendo algunos cambios estructurales en las economías de mercado que condicionan de forma cada vez más determinante los factores de los que depende la competitividad de esas economías. Entre ellos (García Reche, A. y Such, J., 2003 : 52-54): a) un entorno de creciente globalización a nivel internacional,
Este nuevo escenario económico ha contribuido a la crisis del modelo basado en la producción en masa y en la obtención de economías de escala. Se impone, en la actualidad, un nuevo paradigma productivo, que podríamos denominar “estrategia de especialización flexible” basado en la capacidad de las empresas para producir una amplia gama de productos relacionados entre sí para clientes con necesidades específicas y basado, también, en la capacidad para aprovechar las nuevas tecnologías que facilitan la flexibilidad. Este nuevo paradigma productivo requiere de una innovación continua y permanente por parte de las empresas. El presente trabajo pretende analizar la situación de la economía española respecto al objetivo de la competitividad. Para ello seguiremos la siguiente estructura. En el segundo apartado analizaremos el concepto de competitividad. Pasaremos después a describir -aunque de forma breve y sintética- las dos principales estrategias de competitividad de las empresas. En el apartado IV analizaremos las características del comercio exterior de la economía española. Seguidamente, mostraremos la evolución de la competitividad de la economía española (apartado V) y trataremos de responder a la pregunta de por qué la economía española ha perdido competitividad en los últimos años (apartado VI). Acabaremos el trabajo, analizando las últimas medidas tomadas por el gobierno español para mejorar la competitividad (apartado VII) y exponiendo unas breves conclusiones finales (apartado VIII).
Existen numerosas definiciones del concepto de competitividad. Según la OCDE, la competitividad de un país sería el grado en que dicho país puede, bajo condiciones de libre mercado, producir bienes y servicios que superen la prueba de los mercados internacionales, al mismo tiempo que expande la renta real de su población a largo plazo (Subdirección General de Estudios del Sector Exterior, 2002 : 3). Por tanto, podemos entender como competitividad la capacidad que tiene una empresa para dar respuesta a su demanda, bien proceda ésta del mercado nacional o del mercado exterior. Así, una empresa será más competitiva que otra siempre que pueda apropiarse, en detrimento de la segunda, de una mayor cuota de mercado, bien por la vía de quitarle mercados o bien por la creación de nuevos mercados.
(resultados)
ENFOQUE Saldo comercial - Tipo de cambio TRADICIONAL Cuotas de exportación nominal en los mercados mundiales - Costes, precios y Penetración de las rentabilidad relativa importaciones en el mercado interno
ESTRUCTURAL y productividad factores productivos: - Stocks de capital físico (incluidas infraestructuras), tecnológico y humano - Capacidad de innovar - Especialización productiva - Eficiencia en el funcionamiento de los mercados - Características de la organización empresarial
FUENTE: Bravo, S. y Gordo, E. (2003 : 74).
El enfoque tradicional es lo que otros autores llaman “competitividad exterior”, mientras que el enfoque estructural coincidiría con la “competitividad agregada” (véase Pérez, F., 2004). En este sentido, entenderíamos por “competitividad exterior” la capacidad de una economía o de las empresas de un país de competir en los mercados internacionales y mediríamos esta competitividad por medio de indicadores como la evolución de exportaciones e importaciones, el saldo comercial, el índice de ventaja comparativa a escala agregada o sectorial, etc. El concepto de “competitividad agregada” se centra en la evolución de los principales indicadores macroeconómicos de un país comparativamente al resto de economías. Implica el incremento sostenido de la renta real y del nivel de vida de las regiones y países y la existencia de trabajo para todos los que desean trabajar. En la competitividad agregada sintetizamos los resultados y perspectivas de una economía tanto en los mercados interiores como exteriores y medimos esta competitividad con indicadores como la productividad, la renta real, el crecimiento económico y los niveles de renta per cápita.
Hay que tener en cuenta que el tema de la competitividad es extremadamente complejo por varias razones (Subdirección General de Estudios del Sector Exterior: 3): Efectivamente, la competitividad no es un concepto estático, sino dinámico. Las empresas no son agentes pasivos que responden pasivamente a los requisitos cuantitativos y cualitativos de la demanda, sino agentes activos. Es decir, una empresa es competitiva, no únicamente si sale victoriosa de sus competidores en los mercados (nacionales o internacionales) existentes, sino si gana también frente a los competidores en los potenciales mercados futuros.
II. Las diferentes estrategias de competitividad de las empresas: la competitividad vía precios y la competitividad estructural. Dentro de las estrategias de adaptación activa de las empresas podemos distinguir esencialmente dos tipos de estrategias de competitividad: 1) la competitividad vía precios y 2) la competitividad estructural.
La competitividad-precio está basada en variables de precios y costes. Desde la perspectiva de las teorías neoclásicas del comercio internacional, el volumen y composición de los intercambios comerciales entre dos países se explican sobre la base de sus dotaciones relativas de factores. Esta variable determina las diferencias de precios relativos y éste es el único factor que explica la ventaja comparativa y, por tanto, el comercio. En definitiva, si el precio relativo explica el volumen y composición de los intercambios, la variable fundamental en la explicación de la competitividad será el coste de producción que se supone es determinante en la fijación de precios. En la determinación de los precios a nivel internacional, además de los costes de producción, debe contemplarse el tipo de cambio de la moneda. Por tanto, la competitividad vía precios está basada en la obtención de ventajas basadas en costes de producción más bajos que las empresas competidoras (costes salariales, costes laborales unitarios, energéticos, tecnológicos, etc.) lo cual permite a las empresas ofrecer a sus clientes productos a precios más bajos. Requiere, además, la producción de productos relativamente homogéneos y con una elevada elasticidad-precio.
III. 2 La competitividad estructural. Desde esta perspectiva, el término “competitividad” tiene un claro carácter sistémico y global. Es decir, en los mercados no sólo compiten empresas, sino sistemas productivos y territorios. Lo primero que destaca la estrategia de competitividad estructural es la complejidad y variedad de mecanismos que influyen en la competitividad. Esta estrategia concede mucha importancia a las economías de variedad, a la fuerte segmentación de los mercados de demanda, la relevancia de la elasticidad renta frente a la elasticidad precio y a la existencia de estrategias empresariales basadas en criterios distintos a los precios (ventajas obtenidas en la diferenciación de los productos, la calidad técnica, el diseño de los productos, la capacidad para adaptarse rápidamente a las demandas especializadas, la capacidad de introducir nuevos productos y procesos de fabricación, la rapidez de entrega, los servicios post-ventas, la oferta de mejores servicios personalizados a los clientes, el conocimiento de mercados, el control de los canales de distribución, etc.) que permite a las empresas ofrecer mejores productos a sus clientes. En segundo lugar, reconoce un papel fundamental a los procesos de innovación, difusión y adaptación tecnológica. Especialmente, el componente tecnológico que no se refiere exclusivamente al producto, sino al proceso productivo y comercial de la empresa. Desde esta perspectiva, la competitividad actual hace necesaria la innovación permanente tanto organizativa, técnica e, incluso, social. En tercer lugar, remarca el papel fundamental que juegan los “factores externos” a la empresa. Estos factores tienen un carácter organizativo e institucional (dotaciones de infraestructura, sistema formativo, sistema financiero, marco de relaciones laborales, potencial tecnológico, sector periproductivo y de apoyo a la empresa, comportamiento y relaciones interempresariales, etc.). Dentro de estos factores externos, las políticas públicas –incluyendo las políticas de estabilidad macroeconómica- juegan un papel primordial en la consecución de la competitividad. En este sentido la competitividad actual depende de la inserción de las empresas en “redes articuladas” dentro de las cuáles los esfuerzos de cada empresa se ven apoyados por una serie de externalidades, servicios e instituciones. Finalmente, y en cuarto lugar, se reconoce la relevancia de la variable “territorio”. Hay que tener en cuenta que una buena parte de las conexiones entre las estructuras sociales, institucionales, organizativas y económicas capaces de conformar un medio competitivo e innovador tienen lugar en el territorio. De ahí que la competitividad estructural, al remitirnos al entorno de las empresas, nos evidencie el papel estratégico que pueden jugar las políticas públicas en la promoción de los territorios (Bianchi, P., 1988).
III.3 Características del comercio exterior de la economía española. La primera característica relevante del comercio exterior español es que muestra un elevado grado de concentración en los países de la Unión Europea y una débil y estancada presencia en mercados de mayor potencial (como el Este asiático y la Europa Central y del Este). En el año 2002 más del 70% de las exportaciones españolas y el 64% de las importaciones españolas son europeas. En el Cuadro 2 viene reflejado esta fuerte concentración de las exportaciones españolas en la UE.
Cuadro 2. Composición del comercio exterior español por países. Exportaciones españolas por países de destino (en porcentaje).
FUENTE: Pérez, F. (2004: 176).
La segunda característica es la concentración de las exportaciones españolas en unos cuantos sectores productivos. Los principales productos de exportación españoles son: vehículos (25%), química (15%), agroalimentarios (15%) y maquinaria (15%). En cuanto a las importaciones, éstas se concentran en sectores como vehículos, maquinaria, química, agroalimentarios, electrónicos y energía. Por otro lado, la importancia del comercio intraindustrial es muy elevada en España (es muy mayoritario en el comercio con los países de la UE). Por otro lado, es destacable que, durante toda la década de los noventa, España ha ido ganando cuota de mercado en los principales países europeos que son el destino de las exportaciones españolas (Francia, Portugal, Italia, Reino Unido, etc.). Por ejemplo, la cuota de mercado en la Unión Europea pasa del 3,0% en 1993 al 3,7% en el 2001. También se ha producido una ganancia de cuota de mercado del 16,6% en el resto de mercados de la OCDE. Al mismo tiempo, España, durante esos años, ha ganado cuota de mercado en prácticamente todos los sectores productivos -a excepción del cuero y sus manufacturas, calzado y material de transporte- (Subdirección General de Estudios del Sector Exterior, 2002 : 12). Por todo ello, podemos afirmar que es cierto que la economía española se ha comportado correctamente en algunas de las variables que componen lo que hemos llamado la “competitividad estructural”. Es decir, es cierto que se comprueba que va ganando peso el comercio de calidad o de diferenciación vertical (que representa más de un tercio en el caso del comercio con la UE).
IV. La evolución de la competitividad de la economía española. El proceso de apertura e internacionalización de la economía española ha sido muy notable y a un ritmo acelerado en los últimos años, especialmente, con los países de la Unión Europea (La Caixa, 2001). Desde 1996 hasta principio del 2000, la economía española ha aumentado su grado de apertura en unos 15 puntos, situándose en niveles parecidos a países como Alemania, Francia o Italia (1) . En la actualidad, la economía española se ha convertido en una de las economías más abiertas del mundo, con un grado de apertura (suma de importaciones y exportaciones) de aproximadamente el 65% del PIB, superior a otros países europeos como Reino Unido, Francia o Italia. Si analizamos la cuota de mercado de las exportaciones españolas en el mercado mundial se pueden distinguir dos períodos (Subdirección General de Estudios del Sector Exterior, 2002 : 6):
V.1 El período 1993-1998: recuperación de la competitividad de la economía española. En el primer período (1993-1998), la cuota de mercado de las exportaciones españolas en el comercio mundial pasó del 1,68% al 2,01% y alcanzó un 4% de la zona euro. En ese periodo, España fue uno de los países con mejor comportamiento de las exportaciones en comparación con la evolución del comercio mundial. Las exportaciones españolas crecían a una tasa promedio superior al 10%, permitiendo que el saldo comercial de bienes y servicios registrara una sustancial mejoría entre 1993 y 1998. Tres factores contribuyeron a este aumento: a) las devaluaciones de la peseta en 1992 ,1993 y 1995, Sobre todo, el primer factor fue de extraordinaria importancia. El efecto de las depreciaciones del tipo de cambio de la peseta compensó el crecimiento de precios y costes que venía experimentando la economía española frente a los países desarrollados, permitiendo una sustancial ganancia de la competitividad y una notable recuperación de los márgenes de explotación de exportación. Entre 1992 y 1996 la depreciación de la peseta en un 16,3% respecto al ecu permitió recuperar la pérdida de competitividad se venía produciendo en precios y costes laborales unitarios desde la etapa de fuerte crecimiento económico entre 1985 y 1992.
V.2 El periodo de 1998 hasta la actualidad: la pérdida de la competitividad de la economía española. A partir de la entrada en la UEM y la adopción de un tipo de cambio fijo e irrevocable del euro, junto con el agotamiento de los efectos de las devaluaciones, el saldo exterior de la economía española volvió a ser deficitario. Desde 1998 (año en que se fija el tipo de cambio de la peseta con el euro) hasta la actualidad la aportación del sector exterior apenas ha tenido signos positivos y el saldo de la balanza por cuenta corriente con el resto del mundo es negativo (Informe Anual 2003 del Banco de España : 128). A partir de ese año, también los márgenes de exportación empezaron a contraerse. La apreciación del euro es frenada, en parte, por la moderación o contención de los precios de exportación y, por tanto, el resultado es una contracción continua de los márgenes de exportación. El margen de exportación sigue cayendo fuertemente en el 2003, en mayor medida que el promedio de los países comunitarios (Informe Anual 2003 del Banco de España : 129). Lo cierto es que el abultado déficit comercial exterior de la economía española está llegando a cuotas históricas, convirtiéndose en un factor que obstruye el crecimiento de la economía española. Como apunta el último Informe Anual del Banco de España, “en el año 2003 el crecimiento de las importaciones volvió a exceder al de las exportaciones, lo que supuso una ampliación de la aportación negativa del sector exterior al crecimiento del producto, hasta -1 pp, frente a -0,3 pp del año anterior. Así, la evolución del sector exterior limitó la recuperación del PIB, que en el conjunto del año creció un 2,4%, frente al 2% de 2002” (Informe Anual del Banco de España 2003 : 113) (2).
Saldo comercial -18.480 -28.585 -37.778 -36.396 -34.602 -37.842 -51.884
Turismo 22.315 25.250 27.782 29.942 28.524 29.556 28.343
Rentas -6.751 -8.904 -8.985 -10.878 -11.276 -10.586 -12.827
Transferencias corrientes 2.408 3.006 2.853 1.528 1.798 2.414 336
Saldo de balanza de pagos por cuenta corriente -2.598 -13.112 -20.991 -18.346 -16.881 -20.828 -39.538
FUENTE: Banco de España.
El reto de aumentar la competitividad de la economía española se acrecienta con la reciente ampliación de la UE hacia los países del Este (4). Estos países tienen un mayor crecimiento económico y de la productividad del trabajo, costes laborales y salariales más bajos y un emplazamiento geográfico adecuado que ofrece ventajas de localización. Todos estos factores convierten a estos países en fuertemente atractivos para las multinacionales europeas y norteamericanas. Actualmente, las empresas multinacionales están destinando su inversión en los países del Centro y Este de Europa, lo que explica el reciente y creciente proceso de deslocalización empresarial que están experimentando algunos países de la Europa Occidental -sobre todo, en algunos sectores como la automoción y electrónica- (Luengo, F., 2004) (5).
VI.¿Por qué la economía española pierde competitividad exterior? Un reciente estudio financiado por una entidad bancaria española (Pérez, F., 2004), detecta una pérdida notable de competitividad exterior de la economía española , a pesar del avance alcanzado en los últimos años en las variables macroeconómicas básicas (como la renta per cápita o el empleo, sobre todo, en comparación con la media de los países de la UE). Esta pérdida de competitividad exterior se refleja en un permanente y estructural déficit comercial, como ha quedado reflejado en el apartado anterior. Lo paradójico de la economía española es que en los últimos años - fundamentalmente desde 1998- ha perdido competitividad exterior, pero ha aumentado sustancialmente la convergencia real con Europa (en términos de crecimiento de la producción, la renta per cápita y el empleo). Es decir, ha mejorado sus indicadores de competitividad agregada. Entre 1995 y 2002 la distancia entre el PIB per cápita español y el promedio de la UE se ha reducido en 5 puntos (del 79,2% al 84,5%). La pregunta, por tanto, es: ¿por qué la economía española ha perdido competitividad exterior desde 1998? Algunos factores explican esta pérdida de competitividad. Seguidamente, repasaremos algunas de las posibles explicaciones.
1) Un diferencial de inflación en contra de la economía española. Las mayores ventajas en los costes de producción siguen siendo la base de la capacidad de exportación de la economía española. No obstante, la mayor inflación española frente a nuestros países vecinos y potenciales competidores resta capacidad exportadora a la economía española. La economía española ha sido tradicionalmente más inflacionista que las de su entorno. Existe un diferencial de inflación española permanente, es decir, la evolución de los precios españoles es más rápida que la de Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y que la media de la UE, de ahí que exista una pérdida de competitividad de la economía a lo largo del tiempo. La mayor inflación española tiene su origen en el comportamiento de los precios en sectores no comercializables, compuestos por bienes y servicios más protegidos a la competencia. a) los niveles de precios españoles son menores que los de nuestros competidores (existen niveles de precios inferiores a casi un 20% a los de la UE), pero las diferencias en precios de los bienes comerciables con los países con los que se comparte una moneda común son escasas (aunque siguen favoreciendo a España), Las conclusiones a las que llega ese mismo estudio cuando analiza la competitividad-precio de la economía española son las siguientes (Pérez, F., 2004 : 88-89): 1) la competitividad precio no ha evolucionado de forma homogénea en todas las áreas geográficas: se gana competitividad en regiones de poca importancia comercial para la economía española y se pierde para las zonas en las que se concentra la mayor parte del comercio,
2) El patrón de especialización productiva de la economía española. La especialización productiva y el patrón de especialización comercial determinan estructuralmente la competitividad de una economía. La economía española ha sufrido una muy importante transformación estructural durante los años sesenta, setenta y con la crisis industrial de los años ochenta. En la actualidad, el patrón de especialización productiva está cimentado en los sectores manufacturados tradicionales, en el turismo y en las actividades de intensidad y nivel tecnológico medio y medio-bajo (Bravo, S. y Gordo, E., 2003 : 82). Todos estos sectores productivos se comportan como sectores maduros, de baja intensidad de crecimiento de la demanda o de estancamiento de la misma. Es decir, la especialización de la producción española está orientada hacia actividades menos sofisticadas y de menor contenido tecnológico que nuestros socios comerciales y con baja especialización en manufacturas cuyos mercados experimentan crecimientos más rápidos (que son los productos con alta intensidad tecnológica). Por desgracia, en estos últimos años la economía española no ha orientado su estructura productiva hacia mercados más dinámicos y de productos más diferenciados. España sigue orientada hacia sectores como la alimentación y la industria agroalimentaria, bebidas y tabaco, textil, vestido, cuero y calzado, productos minerales no metálicos (cerámica, esencialmente), madera y corcho, equipos de transporte, muebles y construcción. Se comprueba, por tanto, una clara debilidad en la presencia en los sectores productivos de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). Esto explica, en parte, que las exportaciones españolas encuentren serias dificultades para crecer y seguir avanzando en los mercados en expansión. Las consecuencias finales de esta estructura económica es que el comercio español se ve impulsado por algunos factores positivos de competitividad, pero se ve frenado por la composición sectorial y geográfica de sus exportaciones. La concentración geográfica en el ámbito de la UE también frena el crecimiento del comercio español, ya que se trata de mercados poco dinámicos (si los comparamos con otros mercados de mayor expansión en el futuro). Como señala el informe de Pérez (2004), la especialización productiva y comercial de la economía española es preocupante por dos razones: a) se mantiene una orientación hacia productos en los que la competitividad precio es relevante (y se está perdiendo) y
3) El mayor crecimiento económico de la economía española.
La economía española ha estado creciendo en promedio 1,2 puntos por encima de la media de la zona euro y 1,1 por encima de la media del conjunto del la UE (antes de su ampliación en Mayo del 2004). El diferencial de crecimiento de la economía española con respecto a los países europeos se ha sostenido por el crecimiento de la demanda privada interna (construcción y los servicios destinados a la venta) y no tanto por el aumento de la demanda externa, ni por el consumo público. Esta fortaleza de la demanda interna está impulsando el aumento de las importaciones, que en el año 2004 crecieron casi un 12%, más que el doble que las exportaciones (5,1% en el 2004). La economía española ha mantenido, en estos últimos años, unas tasas de crecimiento altas –si las comparamos con los países europeos vecinos-, incluso, por encima de sus posibilidades reales. Ello explica el creciente desequilibrio externo de nuestra economía. Debido al fuerte crecimiento de la economía española se ha producido un proceso de elevación de la renta, pero también de los costes. Por tanto, las ventajas competitivas tradicionales de la economía española basadas en costes más bajos se están perdiendo a favor de nuevos países emergentes que producen con costes más bajos. Por tanto, es muy dudoso que las ventajas competitivas que han servido en el pasado sean suficientes para mantener la competitividad futura de la economía española.
4) Desajuste entre la productividad y los costes. El mayor crecimiento económico se ha producido con un bajo crecimiento de la productividad (Bravo, S. y Gordo, E., 2003 : 80). Es decir, uno de los problemas actuales de la economía española es el bajo crecimiento de la productividad, que ha coincidido, eso sí, con una fase de fuerte expansión en la creación de empleo. En la actualidad, el modelo de crecimiento económico español muestra varias debilidades que pueden cuestionar su viabilidad futura: 1) la insuficiente capitalización, 2) el bajo esfuerzo en incorporación de progreso técnico y de nuevas tecnologías y 3) las deficiencias en la cualificación del capital humano. Todo ello explica que sea un modelo de crecimiento económico con un bajo crecimiento de la productividad. Además, existen sustanciales diferencias de productividad entre los sectores económicos. Mientras que en el sector de bienes comerciables se comprueba un mayor crecimiento de la productividad, en el sector de bienes y servicios no comerciables el crecimiento de la productividad es muy bajo (6.). Así mismo, existen sustanciales diferencias con el crecimiento de la productividad en otros países europeos que son potenciales competidores de la economía española. El bajo crecimiento de la productividad es una señal inequívoca del deterioro de la competitividad de la economía española. “Los costes laborales unitarios, sobre los que descansa en parte la competitividad en precios, son en España en la actualidad claramente inferiores a los de los tres restantes países. En el año 2002, los costes laborales eran superiores a los españoles en más del 20% en Francia, en más del 50% en Alemania y en más del 60% en el Reino Unido. No obstante, desde mediada la década de los noventa la economía española ha experimentado una reducción continuada de la ventaja en costes laborales que disfrutaba respecto a la alemana y la francesa” (Pérez, F., 2004 : 130). Por tanto, el bajo crecimiento de la productividad está produciendo una divergencia creciente entre la economía española y las de su entorno en términos de Costes Laborales Unitarios (disparidad entre salarios y productividad) (Boyer, M., 1999 : 90). No obstante, debemos de tomar en consideración que el efecto negativo de los moderados crecimientos de la productividad y la inflación dual ha sido compensado, por el momento, por la moderación salarial y la reducción de los costes financieros, evitándose severos ajustes de empleo en el sector comerciable (Pérez, F., 2004 : 148-149).
5) Pérdida del instrumento del tipo de cambio, la adopción de una moneda única (euro) y efecto negativo de la apreciación. A partir de 1998 se pierde la política de tipo de cambio propia, que había sido en el pasado uno de los instrumentos más utilizados para recuperar la competitividad de la economía española. El tipo de cambio deja de ser un instrumento de política exterior y comercial y uno de los principales mecanismos de ajuste de los desequilibrios exteriores de la economía. En la década de los noventa la depreciación acumulada de la peseta y el euro permitió a la economía española ganancias de competitividad respecto a los países de la OCDE. La depreciación de la moneda compensaba la evolución desfavorable de los precios relativos de la economía española, que crecían más que los países competidores. Sin embargo, esta tendencia cambió con el cambio en la evolución del tipo de cambio. El tipo de cambio, en primer lugar, se mantuvo estable a partir de 2001, mientras que el diferencial de precios español respecto a los países de la OCDE se ha ido deteriorando. Posteriormente, la apreciación del euro y el mantenimiento del diferencial de precios en contra de la economía española, explican en buena medida la disminución de la competitividad-precio de las exportaciones españolas (7). Hay que tener en cuenta que, desde el 2002 hasta la actualidad, el euro se ha apreciado nominalmente un 50% (8). Esta parece ser la principal causa del deterioro de la competitividad española en el año 2003 para el Banco de España. En su último informe publicado realiza la siguiente afirmación: “en cuanto a la competitividad precio de los productos españoles, ya se ha señalado que sufrió un deterioro notable en 2003. La revalorización del euro incidió en la importante apreciación de los índices de precios y costes relativos frente a los países no pertenecientes al área del euro, mientras que los indicadores de competitividad en relación con los países de la zona registraron un ligero deterioro. Este empeoramiento de la posición competitiva de la economía española se produjo a pesar de la contención de los precios de exportación, que supuso una notable contracción de los márgenes de las empresas exportadoras españolas” (Informe Anual 2003 del Banco de España : 111).
6) Menor gasto en I + D + i que los países de nuestro entorno europeo.
VII. La reacción del gobierno español: algunas medidas de política económica para mejorar la competitividad de la economía española.
Como señala Pérez, F. (2004 : 202-203), existen, básicamente, tres desafíos futuros para la competitividad española: 1) no perder (o ganar, si fuera posible) capacidad de competir en precios y costes, Existen numerosos trabajos que plantean medidas de política económica para la mejora de la competitividad (9) . No es pretensión de este trabajo establecer un diseño de política económica, sino, una más modesta, como es el análisis de la reciente reacción del gobierno español ante la pérdida de competitividad de la economía española. Con el objetivo de aumentar la competitividad, el gobierno ha aprobado, recientemente, el “Plan de Dinamización de la Economía e impulso a la Productividad”. Se trata de un paquete de 100 medidas para mejorar la productividad de la economía española, que afectan a casi todos los sectores económicos (10). El Plan establece seis líneas de actuación del gobierno:
1) defensa de la competencia, El siguiente Cuadro 4 resume los principales objetivos y sectores recogidos en el Plan en cada una de las citadas líneas de actuación.
Cuadro 4. Plan de Dinamización de la Economía e impulso a la productividad
1) Defensa de -Modernización del sistema de defensa de la competencia la competencia (marco institucional, control de concentraciones, lucha contra prácticas restrictivas, coordinación)
bienes y servicios y aumentar la competencia) - Desarrollo sociedad de la información y del sector audiovisual-Energético e hidrocarburos -Transporte (competencia) - Servicios postales liberalizados -Servicios profesionales sujetos a arancel -Distribución comercial (competencia y transparencia) - Mercado de vivienda (impulsar mercado de alquiler) - Sector turístico- Sector exterior (apoyo a la internacionalización de la empresa y atraer y consolidar inversiones exteriores en España) - Sector alimentario
factores - Mercados financieros (impulso capital-riesgo y mejora del mercado hipotecario)
- Atracción e incentivación de investigadores - Potenciar la cooperación público-privada
eficiencia - Plan de vivienda el gasto -Justicia y seguridad interior -Plan estratégico de infraestructura y transporte
regulador y - Principios de buen gobierno transparencia - Competencia, transparencia y eficiencia en la contratación pública - Proteger derechos de propiedad intelectual - Compromisos medioambientales (calidad de gestión del agua, estrategia frente al cambio climático e impulso a la ecoeficiencia)
Se trata de un conjunto de medidas de política económica, cuyos resultados se prevén a medio y largo plazo. Sin duda, el
Gobierno ha realizado un esfuerzo de coordinación interministerial para elaborar el Plan, pero sus resultados son irregulares y, creemos, de una escasa eficacia.
Los sectores clave sobre los que incide el Plan son: telecomunicaciones, energía, transporte, distribución comercial y sector público. Además, se proponen algunas medidas de reactivación de sectores en crisis como el textil y el turístico. Repasaremos a continuación algunas de las principales medidas propuestas. Además, para fomentar la investigación en tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC), las PYMES tendrán una deducción de la cuota del impuesto de sociedades del 15% si invierten en tecnologías de la información (antes era de un 10%).
En el sector de la energía, se refuerza la independencia de los operadores logísticos (REE, ENAGAS y CLH); se favorece el cambio de suministrador por parte de los usuarios, la tarifa eléctrica industrial se extiende hasta 2010 y se congelan (hasta febrero de 2006) los pagos de las ayudas eléctricas (CTC). También, se permite a las cooperativas agrarias distribuir carburantes. En el sector del transporte aéreo se revisa el cálculo de las tasas aeroportuarias (que tendrá en cuenta las franjas horarias) y en el transporte marítimo se impulsará la competencia en la prestación de servicios portuarios como la carga y descarga. En los servicios postales se equiparará el tratamiento fiscal de la empresa de Correos al del resto de sus competidores y se creará un organismo regulador independiente para dirimir los conflictos entre operadores del sector postal. Se aprueban, también una serie de medidas fiscales en apoyo del sector textil y turístico. En el primero, los muestrarios textiles se beneficiarán de una deducción del 10% en la cuota del impuesto de sociedades. En el segundo, se aceleran las amortizaciones de las inversiones realizadas por empresas turísticas y, además, se crea un Foro de Modernización de Infraestructuras Turísticas.
En el sector de la vivienda, se intenta desarrollar el mercado de alquiler. Se propone la creación de una Sociedad Pública de Alquiler y la bonificación fiscal para las empresas dedicadas al alquiler de viviendas y se permite a los fondos de inversión inmobiliaria promover viviendas en alquiler. Estas medidas se complementan con otras dirigidas a liberalizar más algunos sectores económicos (libre transmisión de los estancos, funerarias, etc.), rebajar tarifas de algunos servicios (reducción de las tasas de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, nuevos aranceles para notarios y registradores, etc.) y aumentar la transparencia de información en el sector de la distribución comercial. También se toman algunas medidas que tienen que ver con la Administración Pública. Por ejemplo, se prevé la creación de una Agencia Estatal para la Evaluación de las Políticas Públicas y de la Calidad de los Servicios y la creación de una sociedad estatal para atraer inversiones exteriores.
Más allá del contenido del Plan nos interesa destacar algunas de las limitaciones. En primer lugar, creemos que se trata de un paquete de medidas dispersas y de baja intensidad para aumentar la competitividad y la productividad de la economía. Algunos analistas han criticado el Plan porque no propone medidas de mayor calado y que se queda en una intervención que puede responder más a razones de marketing político que a una política económica rigurosa para incentivar la competitividad. Se critica que el Plan no incluya aspectos como la liberalización del suelo ni de la distribución comercial que son esenciales para aumentar la competencia o que no proponga una nueva Ley de capital Riesgo que es muy necesaria para impulsar la inversión en investigación y nuevas tecnologías. En nuestra opinión, la mayor crítica que podemos hacer a este Plan es que no se trata de un verdadero conjunto de medidas para estimular la productividad, sino para aumentar la competencia y liberalizar un poco más algunos sectores que son claves en la economía porque producen inputs intermedios para otras actividades económicas. Por tanto, la eficacia de estas medidas –que está por demostrar en el futuro- se producirá más sobre la moderación de precios de algunos bienes y servicios claves para la economía (y en este sentido tendrá un ligero efecto sobre la competitividad precio) que sobre la productividad, porque muy pocas medidas -o nos atreveríamos a decir ninguna- van directamente dirigidas a aumentar la productividad.
En el trabajo hemos pretendido analizar la evolución de la competitividad de la economía española en los últimos años. Tras una primera parte donde se definen los factores de los que depende la competitividad y las diferentes estrategias de competitividad de las empresas (precio y estructural), el trabajo se centra en analizar las claves para entender la reciente pérdida de competitividad de la economía española. Vamos a enumerar muy sintéticamente algunas de las principales conclusiones:
I. El comercio exterior de la economía española se caracteriza por un elevado grado de concentración, tanto espacial (en los países de la Unión Europea), como sectorial (en sectores maduros tradicionales). Además, tiene gran importancia el comercio intraindustrial. II. La economía española ha emprendido un fuerte proceso de apertura e internacionalización, convirtiéndose en una de las economías europeas más abiertas.
III. Existen dos períodos en la evolución de la competitividad: 1) desde 1993 hasta 1998 y desde 1998 hasta la actualidad. En el primer periodo, la economía española se comportó muy positivamente con respecto a la competitividad, pero en el segundo se produce una fuerte pérdida de competitividad hasta alcanzar uno de los déficits exteriores más abultados del mundo en el 2004. IV. En los últimos años se produce un deterioro progresivo del saldo exterior de la economía, con una aportación negativa al crecimiento económico y una reducción de los márgenes de explotación de las empresas exportadoras.
V. En el trabajo se proponen seis tipos de explicaciones a esta pérdida de competitividad de la economía española: VI. Finalmente, se ha analizado el llamado Plan de Dinamización de la economía e impulso de la productividad, que supone un paquete de medidas de política económica impulsada por el gobierno socialista para recuperar la competitividad y la productividad perdida por la economía española. Este Plan tiene seis líneas de actuación: defensa de la competencia, mercado de bienes y servicios, mercado de factores, I + D + i, calidad y eficiencia del gasto público y marco regulador y transparencia. VII. La valoración que hacemos es que este conjunto de medidas parecen –a todas luces- insuficientes para recuperar la productividad y que en, todo caso, van dirigidas a aumentar la competencia (y rebajar los precios) en algunos sectores claves de la economía. Se trata más de una nueva vuelta de tuerca a las políticas de liberalización y competencia, que de una verdadera política económica dirigida a reactivar la productividad de la economía. Para finalizar el trabajo, añadiremos que, ante el escenario descrito de pérdida de competitividad, cabe instrumentalizar estrategias de mayor calado que permitan ganancias de competitividad tanto en los precios como en la productividad de la economía. A la hora de diseñar una política económica para el estímulo de la competitividad, casi todos los analistas, coinciden en tres objetivos fundamentales (Bravo, S. y Gordo, E., 2003: 86): 1) la necesidad de impulsar el proceso de absorción y difusión del progreso técnico y de las nuevas tecnologías (11),
1. No sólo en términos comerciales, sino en términos de capital exterior. La economía española se convirtió en esos años en una economía exportadora de inversión directa, convirtiéndose en el año 2000 en el séptimo país inversor en el mundo.
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