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Irina Sinelshchikova,
Instituto de Latinoamérica de Academia de ciencias de Rusia


La Unión Europea:

la inmigración musulmana y los problemas de  síntesis civilizacional


En el mundo contemporáneo la migración se está convirtiendo en uno de los factores principales, que determinan las características del siglo XXI, y es una parte inalienable del proceso de la globalización.


La inmigración a gran escala (en especial desde los países en desarrollo) cambia sustancialmente el panorama étnico’nacional y confesional de la región europea. En un corto período los países de la Unión Europea se convirtieron en poliétnicos, multiconfesionales y multiculturales. Y tal proceso resultó ser para ellos bastante doloroso debido a la rapidez con que se desarrollaba.


A pesar de la tolerancia en relación a los inmigrantes, en los países europeos, que tienen ricas tradiciones democráticas y donde se respetan los derechos humanos, la actitud hacia los inmigrantes  va haciéndose cada vez más negativa. Con frecuencia se oyen afirmaciones de que existe la real amenaza  a la propia existencia de la civilización occidental.


El entendimiento de las ventajas de la afluencia de mano de obra extranjera va sustituyéndose por el sentimiento de que desde el punto de vista civilizacional los inmigrantes son seres ajenos.


Especial preocupación de europeos la provoca el crecimiento de la población musulmana en sus países. El mundo islámico se ha convertido en principal fuente de migración de la última generación. El Islam, según el número de sus adeptos, ya es la segunda religión en el continente europeo después del cristianismo. La cantidad de musulmanes, que residen en Europa ya alcanza, según apreciaciones aproximadas, los 15–20 millones. Según los pronósticos para el año 2020 los musulmanes formarán ya más del 10% de la población de la Unión Europea, y en varias grandes ciudades incluso superará la población local.


En su mayoría los musulmanes se integran mal a la sociedad europea. En las ciudades de Europa ellos forman comunidades compactas, consolidadas por la religión islámica y por las normas que ésta impone, a pesar de que ellos se atienen a corrientes islámicas distintas. Para una considerable parte de los nuevos inmigrantes el Islam no es sólo una religión, sino, en muchos casos, es un sistema de valores incompatible con el sistema occidental. Tal percepción conflictiva de la cultura “propia” en un mundo “ajeno” contribuye a la conservación de comunidades cerradas, incompatibles del campo social y legal del Estado receptor.


El aislamiento social de los musulmanes origina los ánimos racistas y  la xenofobia, que a medida del crecimiento del número de inmigrantes sólo seguirá creciendo. En los países de la Unión Europea cobran fuerza los partidos y movimientos nacionalistas y de la extrema derecha. Su ideología es apoyada por parte de la población autóctona europea, que convierte el problema de la inmigración en tema cada vez más explosivo.


En las condiciones, cuando se agota el potencial de tolerancia dentro de la sociedad europea frente a la rápida proliferación del islamismo adquiere especial importancia el problema de la interacción con las comunidades musulmanas y de entablar el diálogo entre culturas, religiones y tradiciones. El principal objetivo de tal diálogo tiene que ser la elaboración de un mecanismo para combinar diferentes valores, visiones, tradiciones y modos de vida dentro del marco de la nación civil. Y la principal tarea en la realización tales objetivos ha de ser la integración económica, social y cultural de los inmigrantes. Lo más difícil es la integración socio-cultural de los musulmanes, para los cuales los valores de la comunidad occidental resultan a veces inaceptables. Por esta razón ellos no sólo no aspiran a la integración, sino que se aíslan conscientemente con tal de conservar sus hábitos y tradiciones. Y eso a pesar de que parte de tales tradiciones contradicen a veces a las nociones europeas acerca de la ética y la moralidad. Un ejemplo de ello es la reñida discusión acerca  del problema de uso de los pañuelos de cabeza, que acrecentó la confrontación dentro de la sociedad francesa.


Es de especial interés la experiencia en la solución del “problema musulmán” en España. A este problema se le concede gran atención en el Plan Nacional, elaborado pala la Alianza de Civilizaciones. Actualmente España recibe casi cuarta parte de todos los inmigrantes, que ingresan a los países de la Unión Europea. Dentro del país residen más de un millón de inmigrantes musulmanes. Según los pronósticos para el año 2025 su número puede duplicarse. De tal forma la componente musulmana de la inmigración se está convirtiendo en un importante factor del desarrollo socioeconómico y político del país.


El problema de la integración de los inmigrantes musulmanes ocupa uno de los lugares claves en la política migratoria del PSOE. Según opinan los socialistas, una de las condiciones más importantes de la integración es el igual acceso a los bienes sociales. Un nivel de educación suficiente y la posibilidad de obtener un trabajo son dos importantísimas premisas para asegurar la integración.


Pero, al mismo tiempo, el problema de la asimilación de la población islámica en España no se plantea. En el PSOE no consideran posible prohibir en el país los símbolos religiosos musulmanes (como se practica, por ejemplo, en Francia, en Bélgica y en algunos otros estados de la Unión Europea). De acuerdo a la legislación laboral el trabajador musulmán tiene derecho a reemplazar parte de los días feriados españoles por feriados musulmanes. También tiene el derecho a detener para tres horas el trabajo durante los viernes para cumplir sus ritos religiosos, y durante el Ramadán puede terminar la labor una hora antes. El Estado garantiza las clases de islamismo para niños musulmanes, les da la posibilidad y crea las condiciones para realizar el namás en el lugar de su trabajo o estudio.


En el marco del Plan Nacional para la Alianza de Civilizaciones en España se celebran anualmente las encuestas sociológicas con tal de estudiar la opinión pública de los representantes de la comunidad musulmana. Además, se ha entablado el diálogo entre los organismos del poder estatales y las estructuras, que representan los intereses de los inmigrantes musulmanes. La coordinación de actividades para organizar tal diálogo está a cargo de tres ministerios: Ministerio de Trabajo y de Inmigración, del Interior y de Justicia.


Naturalmente, tal política provoca una reacción positiva de los musulmanes españoles. Según la encuesta, realizada en el año 2009 en el marco del Plan Nacional para la Alianza de Civilizaciones, un 80% de inmigrantes musulmanes están satisfechos con su vida en España y no se piensan que sus intereses religiosos sean heridos.


El enfoque de los socialistas a los problemas de los musulmanes suscita críticas de parte de sus opositores del Partido Popular. Ellos consideran que los musulmanes tienen en España privilegios, que no tienen los católicos, los cuales forman la mayoría religiosa en el país. Tampoco tienen en España privilegios los representantes de otras confesiones, como, por ejemplo, los cristianos ortodoxos. Según el PP las condiciones especiales para los musulmanes no contribuyen a la integración de éstos a la sociedad española y suscita en sus círculos una reacción negativa.


Pero, en general, se puede hablar de una actitud bastante leal de los españoles hacia los inmigrantes musulmanes. Tal actitud de los españoles es reflejada en la distribución de las fuerzas políticas en el país. Es significativo que en España no hay influyentes partidos radicales de la derecha índole nacionalista.


Es característico que en España no hubo manifestaciones de protesta de los musulmanes, similares a las producidas últimamente en Francia, Bélgica y en algunos otros países de la Unión Europea. Es también significativo que en los últimos años crece la cantidad de inmigrantes musulmanes, que vienen a España desde otros estados europeos, ante todo desde Francia.


Nos parece que la principal causa de ello es la flexibilidad de la política del PSOE en relación a la minoría musulmana.El principio básico de la política de España en la esfera de las migraciones consiste, según nos parece, en alcanzar el equilibrio necesario entre los intereses del Estado y de los derechos del inmigrante como persona y como agente económico.


A los europeos los pone en guardia tanto el carácter cerrado de los enclaves étnicos musulmanes, como la actividad política de los representantes de las diásporas. A veces las comunidades musulmanas de Europa son percibidas por la población autóctona como “caballo troyano” del mundo islámico, como otra posibilidad para ejercer influencia política en los estados europeos. Es evidente que en los próximos años la tirantez, relacionada con la presencia de una corriente ajena tan poderosa, como lo es el Islam, sólo aumentaría.


En estas condiciones adquiere especial importancia el apoyo a los institutos, que se atienen al llamado “Islam europeo” – una variante moderada de prácticas religiosas y culturales, profesión de la cual no provoca conflictos entre la identidad religiosa y cívica. Representantes de la población musulmana son presentadas con mayor frecuencia en organismos legislativos y partidistas de los estados europeos. En la mayoría de los países de la Unión Europea se elaboran programas de concesión de viviendas y de servicios sociales, cuya misión es no admitir el aislamiento de los inmigrantes del socium nacional.


En otras palabras, se emprenden intentos de elaborar mecanismos de “síntesis civilizacional”, sin embargo, el problema de la posibilidad de semejante síntesis sigue siendo abierto. Incluso entre representantes de la tercera generación de inmigrantes, que nacieron y se educaron en Europa y que se someten diariamente a la acción de los medios de comunicación masiva europeos, con frecuencia se denotaba la propensión al extremismo radical.


Debido a la ampliación de la presencia musulmana en los países de la Unión Europea se convierte en una de las más importantes la tarea de elaborar el concepto de interacción con las comunidades musulmanas único, basado en la percepción del Islam no como una “amenaza”, sino como posible socio. Tal concepto debe basarse en la política de integración de los inmigrantes musulmanes, en la política del proceso de la incorporación económica, cultural y política del individuo a la comunidad europea. Actualmente sin el análisis de la componente musulmana es imposible pronosticar el desarrollo de la civilización europea, el curso de su evolución social.


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La seriedad de los riesgos, relacionados con la inmigración de otras culturas, se agrava no sólo con el crecimiento de preocupaciones del propio Occidente debido a la “amenaza islámica”, sino también con la propagación de ánimos antioccidentales en el mundo islámico. Por algo el problema de las perspectivas de integración a la sociedades occidentales de personas, pertenecientes a otra tradición civilizatoria, se ha convertido hoy en día en uno de los asuntos clave en la agenda de los foros de la Alianza de Civilizaciones, una organización capaz de hacer un sustancial aporte a la solución de este problema.

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